El descubrimiento de "La Bolivianita"
En la ruta de Santa Cruz Puerto Suárez en 1962 un joven es despertado abruptamente en el tren que va de Santa Cruz a Puerto Suárez, Este joven Rodolfo Meyer recibe la oferta de una piedra a precio regalado por parte de un nativo Ayoreo. Sorprendido y con algo de recelo, realiza la compra y continua su viaje a San Pablo Brasil sin poder apartar la mirada de aquella hermosa piedra de dos colores, Lila y amarillo, se pregunta por su naturaleza y su origen. En su búsqueda, una vez en la ciudad brasileña, acude a diversos expertos gemólogos que le indican que se trata de una piedra sintética.
Al inicio de aquel viaje, sin imaginar aún las rutas por las cuales su pregunta por aquella enigmática gema lo llevarían regresa a Bolivia, donde igualmente, expertos en minerales en Potosí Oruro y La Paz niegan la autenticidad de la misma. El espíritu inquieto de aquel joven, la belleza del cristal y la forma en la cual lo adquirió le generan la sospecha de que la respuesta a su pregunta se encuentra en la selva.
Es en ese momento cuando decide investigar por su cuenta aquel enigma que traía en el bolsillo, la posibilidad de la autenticidad de la gema inyectó en su corazón una apasionada intuición que lo lleva a emprender la travesía a Río Grande del Sur frontera de Brasil con Uruguay para participar de un curso de gemología con el experto Adolfo Rodríguez, quien es el único, aparte de Meyer, que cree en el origen natural de la gema. Es con la compañía de este experto y un equipo que en octubre de 1983 ingresan a la selva chiquitana con el clima en contra.
Las lluvias tempraneras les cortan el camino ideal, en lugar de retroceder, deciden continuar a pie, abriéndose paso entre maleza y alimañas. Finalmente, las hormigas devoran la carpa de plástico que les servía de tienda de campaña, dejándolos sin resguardo del caprichoso clima de la Amazonía Boliviana. Con el anhelo de retorno, pero Adolfo Rodríguez ya no los acompañaría, y obsequia a Meyer sus libros de gemología, y algunos instrumentos de análisis de gemas. Lo cual aviva en Meyer la misión de no retroceder ante el deseo de continuar ese viaje hasta dar respuesta sobre el origen de aquella gema.
Meyer decide volver, ahora en junio, previendo que esta vez las lluvias no lo detengan. Es así que el 20 de junio de 1984 retorna ahora con tres guías de la tribu ayorea y comienza la búsqueda del yacimiento. Después de 80 días de búsqueda en círculos, llegan a Mirín una laguna de singular verdor y belleza en el corazón de la Amazonía, donde vivía Melitón, uno de los guías ayoreos.
Al anochecer, en las proximidades de la laguna, Meyer navegaba con cautela en bote con Melitón, alerta en aquel paraje imprevisible, vio en el margen del río unas marcas como de huellas de tractor, y se las muestra a Melitón quien le dice que no se trata de ningún tractor, sino de una pitón, una serpiente de gran tamaño de tipo constrictora, parte de la fauna amazónica. Meyer, aún más alerta alista su escopeta, mirando en todas direcciones, para lograr divisar al reptil, de pronto en medio de la oscuridad del crepúsculo emerge del agua una figura misteriosa, Meyer dispara velozmente. Solo después se dan cuenta de que se trataba de un viejo jaguar, conocido en la zona como “tigre”. Melitón le comenta que ese tigre había atacado su hogar en repetidas ocasiones y a su familia, habiendo dado muerte a uno de sus hijos en un desafortunado ataque. Aquel suceso le sirvió para ganar la confianza de Melitón, por lo que éste con la alegría le muestra el yacimiento un día 6 de agosto. Solo entonces Meyer se da cuenta de que los ayoreos conocían muy bien el origen del cristal, pero lo mantenían en secreto para protegerlo de los forasteros.
La euforia de aquel momento, haber logrado demostrar aquello que su asiduo corazón le dictaba, era tan solo el inicio de un desafío a un mayor que se le imponía en su horizonte. Al comprobar que el yacimiento existía, dedujo que se trataba de un material único en el mundo, gracias al conocimiento adquirido en gemología del curso con Adolfo Rodriguez y los textos que estudiaba ávidamente. El 6 de agosto de 1984, comprende que el nombre más cabal para aquella gema, fusión de amatista y citrino es el de Bolivianita, realiza el bautizo en el mismo lugar donde se encuentra el yacimiento.
Al retornar a la ciudad de Santa Cruz, comienza a verificar todos los yacimientos que había encontrado, y en los posteriores meses realiza más exploraciones en la zona, descubriendo la diversidad de gemas preciosas y semipreciosas de Bolivia. Entonces se percata de la gran riqueza y potencial gemológico de Bolivia, hasta entonces desconocido, e inicia la empresa de la redacción de su primera edición de “Gemas de Bolivia”